domingo, 27 de marzo de 2011



Things gonna change...

Y ver esfumarse las cenizas,
cambiar ausencias por presencia,
palpar sólo el espesor del deseo,
sumar nubes y pájaros,
mover los labios para sonreír.

Abro mis manos,
veo las huellas de la luz,
-la que hoy me tatué en la playa-
el nácar de las conchas,
el alma palpitante de la mar.
No quiero olvidar su desvelo,
el mimo que pone cuando deja su mano
junto a mí,
cuando me hace posar los pies
hasta que la pleamar descienda.
Que no sea el lamento mi único color.
Que mi rostro se sonroje de nuevo,
-perfil exacto de este yo-
desde el alba hasta el ocaso,
dorándose tendido en la orilla.

Porque me pido la vida a granel
sin marcas de mareas,
sólo siendo en cada pujo.
Aurora después de noche,
brisa después de la húmeda niebla,
paso cierto, nido de luz.

viernes, 25 de marzo de 2011

Del agua del río y sus orillas

Y aquella mañana fuimos a nadar.

Aquel río,
al que se llegaba tras el pasillo umbrío de chopos
donde resonaban fuertes nuestras infantiles risas,
era nuestro paraíso.

Acuáticos querubines que saltaban a la poza,
donde soñadores emular las proezas
de los buscadores de perlas que salían en las películas.
Ahora, en nuestras manos,
un manojo de algas o un puñado de guijarros,
tesoro fantástico para coleccionar.

Y sentir el cuerpo pleno, fervoroso hasta la fibra.
La desnudez de nuestros miembros
iluminando la cúpula de luz que remata la ribera.
Las márgenes del río que nos acogen después para secarnos al sol.
Hasta las telas del alma amodorradas, acunados todos
por un sueño luminoso que nos embebe y nos transporta.
Palpando el paso del tiempo
con los músculos que flojean rendidos al reposo, mansos.

Los días claros.
Ritual vivo de manes
que nos desposan.

(De mi poemario inédito "IMAGINARIO DE LA INFANCIA")

miércoles, 23 de marzo de 2011

Ser luz

Porque la vida sigue latiendo no podemos dejar que el escalofrío, el vértigo, ahoguen nuestros pasos.
Ser es la meta y el camino.
Por eso, esta noche rescato este poema mío para que me ayude a iluminar el sendero.
En la cresta del día
las Mujeres de LUZ deshacen
el dolor de la noche
con la claridad del deseo,
el sueño de los árboles,
el aire libre
en el corazón de los trigos,
la pura nieve,
la lluvia del amor.

Las voces de la vida
a su llamada acuden:
cáliz de tierra,
inmensa savia,
espejo de su ser.

jueves, 17 de marzo de 2011

De la sola palabra


Contra el horror de estos días,  el espanto, el dolor, la impotencia, la rabia contenida,  el desaliento, el miedo... tantos y tantos sentimientos personales y colectivos, la única bandera que aún permanece, el solo camino, la sola palabra... AMOR.
Todos deberíamos dar-recibir, vivir, al menos UN BESO DE ESOS.


http://www.youtube.com/watch?v=MMUU9lM3hs4

miércoles, 16 de marzo de 2011

"YO TAMBIÉN SOY JAPONÉS"

Hoy comparto este texto de Alexis Díaz Pimienta:
"YO TAMBIÉN SOY JAPONÉS. MIREN MI FOTO."
Lo reconozco. En estos días estoy un poco extraño. Tengo la cara intensamente roja, los ojos rasgados, lloro, no se me quita el nudo en la boca del estómago, no puedo ver los telediarios, releo a Mishima, a Basho, a Kenzaburo Oé, y el Teatro del No, que tanto me gustaba cuando era adolescente. Lo reconozco, en estos días, me hago continuos harakiris frente al espejo, delante de los libros, entre un plato de sopa y un beso de mujer. Pienso en las traducciones de Satoko Tamura a los sonetos de la muerte de Gabriela Mistral, y me estremezco por las concomitancias del enlace Japón-Chile. Pienso en la ingenuidad catastrofista del peor Hollywood. Pienso en la felicidad del equipo de béisbol japonés al derrotar a Cuba y ganar el Primer Clásico. Pienso en los récords rotos por Ichiro Suzuki, una leyenda viva. Y me ha salido, de repente, un crisantemo en la solapa. Y me entran una ganas infinitas de reencontrarme con mi hermano Ichito, tan "malo", tan “maldito” a los dos años y a los tres y a los cuatro, que hizo diminutivo (no diminuto) el nombre de Toshiro Mifune, el mítico Ichi, el mejor Samurai que ha engendrado la historia. Y soy un niño que quiere convertirse en Voltus-V saliendo del Payret; y soy un niño que descubre la Odisea, y la paciencia de Penélope, el heroísmo de Ulises, la astucia de Telémaco, en una animación con créditos escritos en letras ideográmicas, que nos llevan a Tokio, la megápolis por excelencia. Y por supuesto, Kurosawa cada dos por tres me regaña porque así no se cogen los palillos; y por supuesto, vuelvo a observar, horrorizado, el hongo de Hiroshima y Nagazaki; y bebo saque mientras mi madre llora porque se ha muerto Oshín, una heroína de telenovela; y soy adolescente y quiero ser Bruce Lee para salvar el mundo a golpes; y soy adolescente y practico kunt-fu y qué ridículo te ves con el kimono, Alexis; y bebo saque y sigo adolescente y escribo varios haikus y quiero una nintendo, un PDA, un robot que aprenda a improvisar en décimas; y soy adulto y corro, huyo, escapo, pero me río en mi estampida que es por ponerme a salvo de los flashes de cientos de turistas japonenes; y soy adulto y descubro, con cierto aire prohibido, clandestino, la sicalipsis de los mangas X; y soy un habitante de un mundo extraño lleno de plasmas, pantallas táctiles, conexión inhalámbrica al olvido. Lo reconozco. En estos días estoy un poco extraño. Estoy Alexis-san, Pimienta-san, Guajiro-san, Poeta-san, y triste, que es la peor manera de estar muerto. Un muerto triste es un doble cadáver. Pero hoy no voy a hablar sobre cadáveres (sería de mal gusto), hoy voy a hablar de los sobrevivientes. De los que deben ser sobrevivientes. Personas que no saben, como diría Retamar, a quiénes deben hoy la sobrevida. Sobrevivientes que deambulan entre los escombros, tras las mascarillas, pendientes (ahora) de los recuerdos de Hiroshima y Nagazaki, atados a sus pantallas de LCD, de plasma, tan inmensas (qué nítida se ve la muerte, qué en 3D); sobrevivientes que llaman por teléfono, que manda SMS, emails, faxes, y gritan por webcam: ¡qué horror, estamos vivos! Lo reconozco, estoy un poco extraño. Un poco no, bastante. No tengo ganas de comer, ni de hacer el amor, ni de escribir (que ya es pasarse). “Quiero escribir pero me sale espuma”, escribió Vallejo-san, un muerto triste donde haya muertos tristes. Y Mishima, “el muchacho que escribí poesía”, nos habla de un lugar que “sólo cuenta con uno o dos quioscos de refrescos de esos que, generalmente, afean las playas en verano”. Yukio Mishima no sospecha cómo puede afearse una playa, en verano o invierno; él sólo dice que “la arena es blanca y abundante y a medio camino hacia la playa, una roca, coronada de pinos, se inclina sobre el mar como si resultara obra de un paisajista”; él sólo habla de la península de Izu que “al subir la marea queda semi-sumergida por las aguas”; y dice que “la vista es hermosísima”; y afirma que “cuando el viento del oeste trae la niebla del mar, las islas lejanas se vuelven visibles”*, porque Yukio Mishima, el joven que escribía poesía, es un sobreviviente del Tsunami, del terremoto, del peligro nuclear en Fukushima; es un sobreviviente triste, que es peor que un muerto triste, es un réplica de todos nosotros. Somos sobrevivientes tristes con miedo a 9 grados en la escala de Richter, con sustos a más de 400 millisieverts de radiactividad por hora. Pero sobrevivientes, dirán unos. Al menos estoy vivo, piensa otro. Menos mal que estoy lejos, no lo puede evitar el más elemental de los pedestres. Pero yo me refugio en un poema, mi claraboya, mi tabla para surfear tantas malas noticias. Me refugio en el haiku de un viejo amigo, Rafael Acosta, repentista y poeta, que escribió cuando hace casi mil años, Tokio no tenía luz eléctrica, y en un rincón oscuro de La Habana llamado El Cotorro, este pequeño poema de estilo japonés, tan vigente ahora mismo:
Tras el desastre
la radiactividad
hablando sola.
Y me refugio también en un feliz soneto que yo escribí, hace más diez años, durante un viaje a Italia, cuando con mi disfraz de turista cubano paseaba por Pisa, la sorprendente Pisa, y me asaltó una nube de congéneres nipones, cámara en ristre, acribillándonos a bocajarro, a la torre y a mí (más inclinado que ella):

Premonición fotográfica

Mi rostro debe estar, junto al de mucha gente,
en el álbum de fotos de aquella japonesa
que ante la Catedral de Pisa, de repente,
practicó su deporte predilecto: hacer presa
del vientre de una Kodac y de su óptima lente,
de todo lo que debe mostrar cuando regresa
incluido mi rostro de turista inocente,
ni gótico, ni dórico, ni etrusco...–Qué sorpresa
se va a llevar el día que pregunten sus nietos
quién es él de la agenda y el boli en la camisa.
Tendrá que darme nombre, confidencias, secretos,
(la vieja Catedral se partirá de risa)
y yo seguiré haciendo preguntas y sonetos,
feliz de haberme vuelto un souvenir de Pisa.**

Y por último, me refugio en un texto como éste, ocasional, improvisado, urgente, un desahogo necesario para poder seguir desayunando, jugando con mi hijo, besando a mi mujer, escribiendo poemas, un texto que comparto con mis amigos, sobrevivientes tristes como yo, unos virtuales y otros analógicos, amigos-san, colegas-san, hermanos de tristeza, que a su vez se refugian (como yo) en un poema visuales del gran Tito Muñoz, un Tito-san inmenso, sabio, el único fotógrafo del mundo capaz de resumir, en un imagen, la cara real de todos los habitantes del planeta tras el Tsunami, el terremoto, el espanto a 10 grados en la escala de Ritcher, el dolor a más de 400 millisieverts por hora. Comprobadlo en la foto.

* Fragmentos de “Muerte en el estío”, de Yukio Mishima.

** Perteneciente a mi libro “Yo también pude ser Jacques Daguerre” (Pre-textos, Valencia, 2000)








UN HAIKU VISUAL DEL POETA TITO MUÑOZ.
(A quien por cierto acaban de cerrar su página en Facebook por mostrarse dibujando desnudo en la playa.
Tan sólo eso o nada menos que eso. Como quiera leerse.
Es curioso que con la que está cayendo, un simple desnudo en la playa pueda causar algún tipo de desasosiego.)



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domingo, 6 de marzo de 2011

Bienvenid@ al club

"Eres otro, ya no eres quien eras,
nunca fuiste quien eras
pero tenías que llegar tan alto con nosotros
para saberlo."
Del poema "Bienvenido al club" de Jorge Riechmann

"Perdóname por ir así buscándote tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar de ti tu mejor tú.
Ese que no viste y que yo veo,
nadador en tu fondo, preciosísimo.."
de Pedro Salinas

"Cuando la poesía abre sus puertas

todo cambia y cambiamos con el cambio
todos traemos desde nuestra infancia
uno o dos versos que son como un lema
y los guardamos en nuestra memoria
como una reserva que nos hace bien
cuando la poesía abre sus puertas
es como si cambiáramos de mundo"
de Mario Benedetti

Luces lejanas

"Haciendo el camino de noche
las luces distantes me dieron fuerza
por sí mismas
por sí mismas
ayer, hoy y mañana también"
de Ko Un


Para todos aquell@s que cambian, que cambiamos, que crecemos...

miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Hay tiempo, hay distancia, hay recuerdo?

Porque compartir también es una forma de sentir, hoy dejo este poema aquí:

"¿Qué hora es más allá
de este momento?
¿Hay tiempo, hay distancia,
hay recuerdo?
No tengo memoria
...de mí mismo.
He llegado hasta aquí
y no sé cómo.
He llegado hasta ahora
y no sé quién.
Pero estoy y me sobra
y eso es todo.
Pero soy y me basta
y eso es nada
y es eso,
y eso es.
Y digo:
espuma, arena, viento, destello.
y digo:
blanco, aroma, claro, vuelo.
Y digo:
vacío…
y digo…
Silencio."



रोद्रिगो कार्रेरा रेदोन्दो
Rodrigo Carrera Redondo