domingo, 14 de febrero de 2010

Mensaje en una botella



Cuando te falte el aire, te pese la carga, el paisaje se disperse y en la espesura solo refluya el pánico, el revuelo de los porqués sin respuesta -esa tropa de gusanos que tanto pueden inquietarte- ... acuérdate.
No hay desastre sin principio ni final. Nada que te queme la piel podrá durar tanto como para borrar las líneas de tu mano, lugar donde también centellean los cristales de tu ser, el que puede refulgir más allá de las pérdidas, los vacíos, los miedos ocultos.
Y si un cardo se seca, una mora madura.
Oigo tu corazón y sigue latiendo. Si te subieras a una estrella, desde allí no lo oirías llorar.
Y en la tierra fría siguen germinando semillas. Ya lo has visto otras veces. Deberás aprender de nuevo a seguir los caminos de hormigas, te arrodillarás ante el altar de las tormentas para dejar en él la turbamulta de cóleras, tripas revueltas, trompadas, heridas y desafíos. En los ángulos podrás encontrar razones, bondad suficiente para perdonarte, sorber los pedazos rotos de tu yo, el que se devana entre el dolor de amor y la larga noche del deseo.
Fundente, suspendido, el tintinar del alma podrá sonar entonces y aullar si hace falta, flamear largamente, escalar pináculos y azoteas hasta marcar el arranque, el punto y seguido porque la orquesta sigue tocando y no hay que desperdiciar la música.
No hay que dejar de bailar. "Lo que gira no es el cuerpo, sino el espíritu" dicen los derviches.
Disfruta del son y del viaje.

1 comentario:

  1. Lo malo es cuando la mar no esta en calma y las olas azotan sin cesar la triste barca con la que viajo. Pero como bien dices sólo tengo que dejarme llevar por el deseo de este soniquete, que al fin y al cabo es una dulce melodía algo irritada.

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