Si le oye o recuerda su voz, si cree haber visto el reflejo de su sombra al volver la esquina...
A veces le siente cuando él la nombra...
Y tiembla.
Como cuando niña, como quien se atreviera a inaugurar el mundo, el imaginado, el de los sueños...Y entonces descubre de nuevo cómo huele el aire: smell of desire.
Y estallan las esquirlas de su vientre.
No puede disimular que su armadura -esa coraza creada para poder seguir- pide que le revienten los goznes, que la descerrajen, que la sobrevengan y la sobrepasen, que el loco caballero venza el desatino y aparte la cortina. Y entrometerse, sobrevenirse el uno en el otro y deshacerse en cascadas, espumas, arrebato de luz, fondeadero, bahía, montaña, lago en el que adentrarse y perderse hasta la inanición.
No atenerse a las normas, bogando hacia el horizonte de la luna sonriente, la que les envuelve con su halo cómplice para mullir su lecho y seguir cabalgando la noche entre lametazos y besos, al compás de sus pulsos acelerados, del halo de sudor, de los nudos que se deshacen -poros abiertos- virajes que chapotean lubricando cada curva.
De un soplo apagan el farol. No habrá testigos, nadie sabrá lo que ocurra después, a nadie importa.
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