Y la palabra echó raíces.
Hambrienta de carne donde habitar,
buscó mi piel
tentó mis muslos,
me respiró en el vientre.
El sendero que quedaba oculto a mis espaldas
quedó abierto para los ojos,
los que gustan de mirar tras los párpados,
los que más silenciosos de lo que nadie sabe
se ponen a escuchar lo que yo canto.
Conoce el temblor que recorre
los huecos de mis noches,
el miedo que se agita entre las sábanas
y con la paciencia de quien es limpio
de corazón,
sabe restañar las heridas
soplando suavemente
sin hacer nada más.
Sí. Hago nacer las palabras
para que sostengan tus besos,
los cobijen con mimo,
los arropen hasta mi vuelta
para cuando cesen los ruidos
y todo vuelva a ser sencillo.
Porque el sol sigue siendo luz
y los jazmines escalando las tapias...
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...una delicada red de palabras-sostén es la que tejes con maestría.
ResponderEliminarMi abrazo,
A.
Ciertamente. A veces las palabras pueden tener ese efecto, formar esa "mano" abierta que recoge tus pasos, cueva o nido o lugar donde impulsarse para seguir.
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