jueves, 13 de mayo de 2010

La incomodidad de sentirse y un poema de Adriana Davidova

Una glándula, un tejido, un poro... Materia ilusoria o lo único real. Fantasías de la naturaleza en su deseo de qué, ¿de crecer? ¿de seguir?...
No todos experimentamos lo mismo cuando acariciamos un cuerpo o nos acarician y sin embargo nos dicen que
"Cada vez que producimos un pensamiento, o tenemos una motivación, o experimentamos una emoción, siempre se trata de química"
Pero las rosas siguen siendo igual de efímeras y cada cual las deshoja como puede y ellas ... se dejan hacer.
Esta noche tengo sed y este cuerpo mío no me basta. Aunque nací humana, carne doliente, apunte o brote organizado en sistemas, aparatos, sentidos ...que tan sólo perciben falsas imágenes de lo que realmente existe, mis huesos y mis músculos se tensan y quieren más. La capacidad contráctil de mis músculos no es suficiente. Sus fibras dispuestas en haces desean explotar como traca de fuegos fatuos ante  un atisbo de sonrisa  pero nada. Vuelven a ser reclutadas por la rutina que abruma con sus excrementos de hipocresía, que muestra los dientes en cuanto pides lo mismo dos veces, que desea verte convertida en aguas quietas pero cercanas por si se apetece un poco en algún momento... Resulta todo tan fácilmente predictivo...

hasta que en este trasnoche un poema te golpea:
HOGAR


Se asfixia hasta la pequeña flor que el niño plantó y dejó en la ventana...
Se asfixian los objetos, los muebles, las cortinas con las que pensé escalar hacia el olvido
Se asfixian mis cuadernos escritos y después quemados ante la soledad como testigo
Se asfixia el horno, los fogones, la bañera... que te gusta muy caliente
Se asfixian las bombillas apagadas ante la claridad amoratada de los golpes en mis muslos
Se asfixia incluso el miedo que se ha incrustado entre los cajones de tu ropa ordenada, bien doblada...
Se asfixia también mi ropa, que me baila alrededor de las caderas, de los pechos vaciados y ya ligeros
Se asfixia la araña, que escapa guiada por sus pequeños sentidos arácnidos, cada vez que oye unos pasos, los pasos, tus pasos...
Se asfixia el humo de los cigarrillos con los que quiero asfixiarme antes de que vuelvas, sin haberte marchado realmente nunca... Incluso, la conciencia del tiempo que pasa, se esconde asfixiada ante la posibilidad de tu llegada


Muchos viven su cuerpo como un estorbo y para otros templo de infinitos pasadizos donde solearse tan a gusto.

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