jueves, 12 de agosto de 2010

TEDIO

El queso y los suspiros,
el vino,
el miedo bronco,
la creciente luna que se dilata
en el opaco horizonte
del balconcillo.

Cuando los gestos lentos no te amparan,
la soledad se queda
hecha un ovillo
en la esquina de tu sofá,
y de nuevo te mueves
entre la culpa y el hechizo.
Apelas al pasado
atizada por el temblor,
atravesada por las sombras.
En el basural de la angustia
te vuelves espectro de ti.
El incesante y agónico quejido,
-que rebulle en el alma
y por la carne repta-
parásito de tu libertad.

Buscas en tus estambres
la forma de salir
del mortecino lecho,
del silencio enroscado en tu silencio
- el que te acoge entre sus secas mamas-

¡Cómo pronunciar la palabra exacta!
Ya no crees en nada.
El desmoronamiento de tu espacio
pide a gritos un gesto imperceptible,
un ademán humilde
que acabe con el aguacero.
Brindo por ti.

(De  mi libro "A VECES, CUANDO LLUEVE, NOS LLEGA EL OLOR DE LA SAL")
editado por CVA Ediciones

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